Mural tanguero. Rosita Quiroga.
Fue
la primera cantora, heredera directa de los primitivos payadores. El
suyo es un caso único en la historia de la mujer en el tango. Ninguna se
expresó como ella, cantaba con la misma cadencia y el mismo dejo con el
que hablaba, fue el prototipo femenino —irrepetible— de lo arrabalero.
Interpretaba naturalmente, como le salía, y pulsaba la guitarra por tonos, tal como le enseñara Juan de Dios Filiberto su vecino en el barrio de La Boca.
Hablaba
intercalando palabras lunfardas y vulgares, con un ritmo canyengue, tal
como lo habría escuchado de los hombres de su casa, laburantes del
puerto y carreros. Lo hacía ceceando y su voz no era potente pero
generaba un clima intimista como si cantara para si misma. Este estilo
la acompañó hasta su muerte a pesar de que ya había superado la pobreza y
tenía una posición económica muy acomodada.
El periodista Jorge Göttling la llamó «La Piaf del arrabal porteño».
Apareció en el momento preciso y fue distinta a todas.
El
éxito le llegó rápidamente, fue hija dilecta de la compañía Victor a la
cual le fue fiel en toda su carrera. Comenzó a grabar en 1923, el
primer registro fue un estilo titulado “Siempre criolla”. Su primer
tango fue “La tipa”, del guitarrista Enrique Maciel y letra de Enrique Maroni.
Fue
ella y por supuesto el sello Victor, quienes inauguraron en la
Argentina la era de las grabaciones eléctricas. El hecho aconteció el
primero de marzo de 1926, ese día realizó cuatro grabaciones eléctricas,
pero por número de matriz el primero y por lo tanto emblemático en la
historia discográfica de nuestro país fue “La musa mistonga”, de Antonio Polito y Celedonio Flores.
Tuvo
continuidad hasta el 10 de febrero de 1931, cuando también registró
cuatro temas. Prácticamente entonces dio fin a su carrera, tenía 35
años, aunque siguió presentándose en radio, en forma esporádica. No le
gustaba hacer actuaciones en público.
Durante ese lapso tan
exitoso (1923-1931) logró tener mucho predicamento en las decisiones del
sello grabador, hasta tal punto que una gestión suya hizo que el gran Agustín Magaldi, por entonces un cantor desconocido, grabara en la compañía.
Por muchos años el poeta Celedonio Flores escribió solamente para ella, creando 24 temas, entre los cuales se destacan “Muchacho” y “Beba” (con música de Edgardo Donato), “Audacia” (Hugo La Rocca), “Carta brava” (con música de ella misma), “La musa mistonga” (Antonio Polito) y “Contundencia” (Mario Micchelini).
Retornó
al disco en marzo de 1952 e hizo cuatro temas y su despedida ocurrió el
14 de septiembre de 1984 (32 días antes de su fallecimiento), instada
por su amigo y médico personal el Dr. Luis Alposta, acompañada por el guitarrista Aníbal Arias y su conjunto, grabando “Campaneando mi pasado”, con letra de Alposta y música suya.
En 1970 viajó a Osaka, Japón, por una invitación de los componentes de una peña tanguera que lleva su nombre.
Casi siempre fue acompañada por guitarristas, pero en sus comienzos también cantó acompañada de las orquestas de Carlos Vicente Geroni Flores, Antonio Scatasso, Eduardo Pereyra, Manuel Buzón y otras, todas pertenecientes al sello Victor.
Rosita Quiroga
es la más genuina representante del tango arrabalero, hoy una leyenda
de la más rancia estirpe porteña, para muchos la más grande, y que es
venerada por todos los que amamos este paradigma genial llamado tango.
1 comentario:
Hermoso....
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