miércoles, 17 de octubre de 2018

Leer

¿Por qué la literatura es también para los niños?


      La pregunta del título puede resultar un poco rara ya que es dado suponer que todos los que aquí estamos damos por sentado que es bueno que los niños lean literatura y no parece necesario preguntarse el “por qué”. Sin embargo no está mal hacerse esta pregunta acerca de todo lo que aparenta ser muy obvio. ¿Por qué nos parece importante que los niños lean literatura? ¿Por qué la literatura debe formar parte de la vida de los niños? Es muy posible que si los que estamos presentes intentáramos responder a estas preguntas las respuestas serían diversas.


La literatura pensada para los niños, es decir, una literatura especialmente diseñada para ellos es algo desde el punto de vista histórico, reciente, y necesitó para su aparición que primero existieran los niños como “idea” en las mentes de los adultos. Junto a la “creación” del concepto de Infancia surgió la escuela. Los pedagogos vieron la necesidad de crear libros que les facilitaran llevar a cabo sus objetivos. Muchos de los textos que los niños ya leían, esos que circulaban en publicaciones económicas llamadas “literatura de cordel”, no satisfacían tales necesidades pedagógicas y, desde el punto de vista de los adultos, más bien iban en contra de las mismas y debían ser rechazados. Fue así que surgió toda una literatura específicamente creada para el niño-alumno (1), al servicio de inculcar en él representaciones, valores, contenidos, normas, identidades considerados legítimos por la sociedad del momento.

      Podría decirse que la literatura infantil comienza a conformarse como un sistema a partir del surgimiento de una literatura y principalmente de un modo de lectura cuyo principal objetivo no es estético, sino formativo. Lo estético, lo artístico es para esta concepción de las lecturas infantiles sólo un anexo, un plus que vuelve más atractivo y ameno lo que realmente interesa: la transmisión a las nuevas generaciones de un modelo considerado legítimo por los adultos.
     Esta instrumentalización del texto literario, tan antigua como la literatura infantil misma, no ha perdido vigencia y como señala Graciela Montes se trata de la “forma de domesticación más tradicional y prestigiosa de la literatura”









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