Luego de Chacabuco, San Martín se permitió una venganza humorística contra los realistas . Un fanático fraile agustino, haciendo un juego de palabras, había predicado contra él durante el período de Marcó. "¡San Martín! ¡ Su nombre es una blasfemia!", había exclamado desde el púlpito sagrado. "No le llaméis San Martín, sino Martín, como a Martín Lutero, el peor y mas detestable de los herejes". Llamado a su presencia y con ademán terrible, fulminándolo con su mirada, lo apostrofó: "¡Como! ¡Usted me ha comparado a Lutero, quitándome el San! ¡Como se llama usted?" "Zapata, señor general", respondió el fraile, humildemente. "Pues desde hoy le quito el Za, en castigo, y lo fusilo si alguien le da su antiguo apellido". Al salir a la calle un correligionario le llamó por su nombre. El fraile aterrado, le tapó la boca y prorrumpió en voz baja: "¡No! ¡no soy el padre Zapata, sino el padre Pata! ¡ Me va en ello la vida!".
ESTOS LOCOS
Para probar el temple de sus oficiales organizó una corrida de toros y los echó de lidiadores al circo, en celebración del aniversario del 25 de mayo: Al observar y aplaudir el temerario arrojo con que se portaron, dijo a O´Higgins, que estaba a su lado: "Estos locos son los que necesitamos para derrotar a los españoles".
LOS VINOS DE MENDOZA
Manuel de Olazábal, jefe de escolta del Ejército de los Andes, cuenta que el General lo había invitado a comer junto con Mosquera un amigo colombiano y Antonio Arcos, jefe del Ejército de los Andes. "-Usted verá como somos los americanos que en todo preferimos lo extranjero-"le comentó. A los postres San Martín encargó unas botellas de vino mendocino y luego uno de Málaga. Cuando pidió la opinión a sus invitados, manifestaron su preferencia por el vino español, entonces riéndose, el anfitrión contó deliberadamente que había mandado a cambiar las etiquetas.
SAN MARTIN EL ABUELO
Merceditas entró llorando en la habitación donde se encontraba el abuelo, lamentándose de que le habían roto su muñeca preferida y de que ésta tenía frío. San Martín se levantó, sacó del cajón de un mueble una medalla de la pendía una cinta amarilla y, dándosela a la nieta, le dijo: − Toma, ponle esto a tu muñeca para que se le quite el frío. La niña dejó de llorar y salió de la habitación. Un rato después entró la hija del prócer, madre de Merceditas, y dijo a San Martín: − Padre, ¿no se ha fijado usted en lo que le dio a la niña? Es la condecoración que el gobierno de España dio a usted cuando vencieron a los franceses en Bailén. San Martín sonrió con aire bonachón y replicó. − ¿Y qué? ¿Cuál es el valor de todas las cintas y condecoraciones si no alcanzan a detener las lágrimas de un niño?
PREMIO POR OBEDIENCIA
También es conocida su anécdota con el centinela de guardia que tenía orden de no dejar pasar al laboratorio del regimiento con botas herradas y espuelas. Para probarlo, él mismo San Martín fue dos veces con ese calzado y fue detenido por el cabo. Tras ello, se presentó con alpargatas y le dio una onza de oro al soldado, quien había puesto a una institución la ley del lugar por encima de cualquier persona.
MANO BLANCA
Álvarez Condarco había sido enviado por San Martín a explorar los pasos cordilleranos de Uspallata, los Patos y principalmente el campo de Chacabuco. Este fue detenido luego de obtener la información y el general español Marcó lo envió de regreso con una nota en la que decía: "Firmo con mano blanca, no como la de su jefe que es negra". Esto quería decir que San Martín, según el general realista, había traicionado a España volviendo a su patria para darle la independencia.Después de la batalla de Chacabuco, el derrotado Marcó fue llevado ante la presencia de San Martín, que irónicamente lo saludó diciéndole: "General, venga esa mano blanca".
UN FUERTE EN TUCUMAN
Encontrándose San Martín y Belgrano en la Ciudadela, espacio fortificado que San Martín había decidido construir en las inmediaciones de la ciudad de Tucumán, el Libertador le dice al creador de la bandera que en estas fortificaciones los ejércitos realizarán todos los ejercicios. También le confeso que hay que hacer el mayor ruido posible para que los espías españoles vean nuestra preparación y así es que todos los días llegaban contingentes de soldados que entraban a la fortaleza lo que producía el llamado de atención de todos los pobladores que no sabían en realidad que esos mismos soldados eran los que salían del fortín de noche y volvían a la mañana siguiente.
ESTRIBOS DE PLATA.
El granadero Juan Antonio Melián era un gran jinete, acostumbraba cruzar los estribos y montar de un salto a lo gaucho, enterado San Martín de la criolla costumbre le dice al bravo soldado ¿Así cumple los reglamentos de su arma un oficial argentino?. Como castigo le impuso unos días de arresto que Melián cumplió religiosamente. Días antes de culminar su encierro el propio San Martín se presento a la celda donde estaba el detenido y antes de levantar la sanción con gran sabiduría le dijo: “por su bravura y como recuerdo, le regalo a usted estos estribos de plata que yo mismo usé en Bailén. Sírvase de ellos y verá que para cercenar cabezas godas, nada es mejor ni más conveniente que afirmarse bien sobre estribos”.
INDIOS PEHUENCHES
Encontrándose San Martín reunido con el jefe de la tribu de indios Pehuenches en el sur de Mendoza, el General le pide permiso al cacique para poder pasar por sus tierras con el ejército libertador y le ofrece en el mismo instante todo tipo de víveres y regalos. El jefe indio acepta los obsequios y le permite el paso.
San Martín sabía que los indios iban a ir con el cuento a los españoles, los cuales dividieron su ejército para esperar a las tropas Argentinas por el paso previsto.
Pero el grueso del ejército patrio no cruzo por dicho lugar y cuando los españoles tuvieron que enfrentarlos se vieron reducidos en número por la picardía y astucia del Libertador.
¡QUIERO HABLAR CON EL SEÑOR SAN MARTIN!
El capitán Toribio Reyes, pagador de los sueldos del regimiento, llega a la casa de San Martín, para contarle que se ha gastado el dinero que tenía para pagar a los soldados. Le explica que acude al Señor San Martín, porque no quiere que se entere el general San Martín, de una acción tan vil que ha cometido y para expresarle su arrepentimiento. El libertador le pregunta si el general lo sabe y Toribio le responde que no, entonces le dice: - ¿Cuánto dinero necesita? − 20 onzas, que pienso devolver en cuanto me sea posible - responde. San Martín le da el dinero y le recomienda, que no se entere el General San Martín porque sería capaz de pasarlo por las armas.
EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN
Esperando el momento propicio para entrar en Lima, capital del Perú, San Martín estableció su campamento en Huaral. En Lima contaba con numerosos partidarios de la Independencia; pero no podía comunicarse con ellos porque las tropas del general José de la Serna, jefe realista, detenían a los mensajeros. Una mañana, el general San Martín encontró a un indio alfarero. Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo llamó aparte y le dijo; -¿Quieres ser libre y que tus hermanos también lo sean? -Sí, usía... ¡cómo no he de quererlo! - respondió, sumiso, el indio. -¿Te animas a fabricar doce ollas, en las cuales pueden esconderse doce mensajes? -Sí, mi general, ¡cómo no he de animarme! Poco tiempo después Díaz, el indio alfarero, partía para Lima con sus doce ollas mensajeras disimuladas entre el resto de la mercancía. Llevaba el encargo de San Martín de vendérselas al sacerdote Luna Pizarro, decidido patriota. La contraseña que había combinado hacía tiempo era: “un cortado de cuatro reales” Grande fue la sorpresa del sacerdote, que ignoraba cómo llegarían los mensajes, al ver cómo el indio quería venderle las doce ollas en las que él no tenía ningún interés. Díaz tiró una de ellas al suelo, disimuladamente, y el sacerdote pudo ver un diminuto papel escondido en el barro. -¿Cuánto quieres por todas? Preguntó al indio. .Un cortado de cuatro reales - respondió Díaz, usando la contraseña convenida. Poco después, el ejército libertador, usaba esta nueva frase de reconocimiento. -Con días y ollas... ¡venceremos!
ESTOS LOCOS
Para probar el temple de sus oficiales organizó una corrida de toros y los echó de lidiadores al circo, en celebración del aniversario del 25 de mayo: Al observar y aplaudir el temerario arrojo con que se portaron, dijo a O´Higgins, que estaba a su lado: "Estos locos son los que necesitamos para derrotar a los españoles".
LOS VINOS DE MENDOZA
Manuel de Olazábal, jefe de escolta del Ejército de los Andes, cuenta que el General lo había invitado a comer junto con Mosquera un amigo colombiano y Antonio Arcos, jefe del Ejército de los Andes. "-Usted verá como somos los americanos que en todo preferimos lo extranjero-"le comentó. A los postres San Martín encargó unas botellas de vino mendocino y luego uno de Málaga. Cuando pidió la opinión a sus invitados, manifestaron su preferencia por el vino español, entonces riéndose, el anfitrión contó deliberadamente que había mandado a cambiar las etiquetas.
SAN MARTIN EL ABUELO
Merceditas entró llorando en la habitación donde se encontraba el abuelo, lamentándose de que le habían roto su muñeca preferida y de que ésta tenía frío. San Martín se levantó, sacó del cajón de un mueble una medalla de la pendía una cinta amarilla y, dándosela a la nieta, le dijo: − Toma, ponle esto a tu muñeca para que se le quite el frío. La niña dejó de llorar y salió de la habitación. Un rato después entró la hija del prócer, madre de Merceditas, y dijo a San Martín: − Padre, ¿no se ha fijado usted en lo que le dio a la niña? Es la condecoración que el gobierno de España dio a usted cuando vencieron a los franceses en Bailén. San Martín sonrió con aire bonachón y replicó. − ¿Y qué? ¿Cuál es el valor de todas las cintas y condecoraciones si no alcanzan a detener las lágrimas de un niño?
PREMIO POR OBEDIENCIA
También es conocida su anécdota con el centinela de guardia que tenía orden de no dejar pasar al laboratorio del regimiento con botas herradas y espuelas. Para probarlo, él mismo San Martín fue dos veces con ese calzado y fue detenido por el cabo. Tras ello, se presentó con alpargatas y le dio una onza de oro al soldado, quien había puesto a una institución la ley del lugar por encima de cualquier persona.
MANO BLANCA
Álvarez Condarco había sido enviado por San Martín a explorar los pasos cordilleranos de Uspallata, los Patos y principalmente el campo de Chacabuco. Este fue detenido luego de obtener la información y el general español Marcó lo envió de regreso con una nota en la que decía: "Firmo con mano blanca, no como la de su jefe que es negra". Esto quería decir que San Martín, según el general realista, había traicionado a España volviendo a su patria para darle la independencia.Después de la batalla de Chacabuco, el derrotado Marcó fue llevado ante la presencia de San Martín, que irónicamente lo saludó diciéndole: "General, venga esa mano blanca".
UN FUERTE EN TUCUMAN
Encontrándose San Martín y Belgrano en la Ciudadela, espacio fortificado que San Martín había decidido construir en las inmediaciones de la ciudad de Tucumán, el Libertador le dice al creador de la bandera que en estas fortificaciones los ejércitos realizarán todos los ejercicios. También le confeso que hay que hacer el mayor ruido posible para que los espías españoles vean nuestra preparación y así es que todos los días llegaban contingentes de soldados que entraban a la fortaleza lo que producía el llamado de atención de todos los pobladores que no sabían en realidad que esos mismos soldados eran los que salían del fortín de noche y volvían a la mañana siguiente.
ESTRIBOS DE PLATA.
El granadero Juan Antonio Melián era un gran jinete, acostumbraba cruzar los estribos y montar de un salto a lo gaucho, enterado San Martín de la criolla costumbre le dice al bravo soldado ¿Así cumple los reglamentos de su arma un oficial argentino?. Como castigo le impuso unos días de arresto que Melián cumplió religiosamente. Días antes de culminar su encierro el propio San Martín se presento a la celda donde estaba el detenido y antes de levantar la sanción con gran sabiduría le dijo: “por su bravura y como recuerdo, le regalo a usted estos estribos de plata que yo mismo usé en Bailén. Sírvase de ellos y verá que para cercenar cabezas godas, nada es mejor ni más conveniente que afirmarse bien sobre estribos”.
INDIOS PEHUENCHES
Encontrándose San Martín reunido con el jefe de la tribu de indios Pehuenches en el sur de Mendoza, el General le pide permiso al cacique para poder pasar por sus tierras con el ejército libertador y le ofrece en el mismo instante todo tipo de víveres y regalos. El jefe indio acepta los obsequios y le permite el paso.
San Martín sabía que los indios iban a ir con el cuento a los españoles, los cuales dividieron su ejército para esperar a las tropas Argentinas por el paso previsto.
Pero el grueso del ejército patrio no cruzo por dicho lugar y cuando los españoles tuvieron que enfrentarlos se vieron reducidos en número por la picardía y astucia del Libertador.
¡QUIERO HABLAR CON EL SEÑOR SAN MARTIN!
El capitán Toribio Reyes, pagador de los sueldos del regimiento, llega a la casa de San Martín, para contarle que se ha gastado el dinero que tenía para pagar a los soldados. Le explica que acude al Señor San Martín, porque no quiere que se entere el general San Martín, de una acción tan vil que ha cometido y para expresarle su arrepentimiento. El libertador le pregunta si el general lo sabe y Toribio le responde que no, entonces le dice: - ¿Cuánto dinero necesita? − 20 onzas, que pienso devolver en cuanto me sea posible - responde. San Martín le da el dinero y le recomienda, que no se entere el General San Martín porque sería capaz de pasarlo por las armas.
EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN
Esperando el momento propicio para entrar en Lima, capital del Perú, San Martín estableció su campamento en Huaral. En Lima contaba con numerosos partidarios de la Independencia; pero no podía comunicarse con ellos porque las tropas del general José de la Serna, jefe realista, detenían a los mensajeros. Una mañana, el general San Martín encontró a un indio alfarero. Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo llamó aparte y le dijo; -¿Quieres ser libre y que tus hermanos también lo sean? -Sí, usía... ¡cómo no he de quererlo! - respondió, sumiso, el indio. -¿Te animas a fabricar doce ollas, en las cuales pueden esconderse doce mensajes? -Sí, mi general, ¡cómo no he de animarme! Poco tiempo después Díaz, el indio alfarero, partía para Lima con sus doce ollas mensajeras disimuladas entre el resto de la mercancía. Llevaba el encargo de San Martín de vendérselas al sacerdote Luna Pizarro, decidido patriota. La contraseña que había combinado hacía tiempo era: “un cortado de cuatro reales” Grande fue la sorpresa del sacerdote, que ignoraba cómo llegarían los mensajes, al ver cómo el indio quería venderle las doce ollas en las que él no tenía ningún interés. Díaz tiró una de ellas al suelo, disimuladamente, y el sacerdote pudo ver un diminuto papel escondido en el barro. -¿Cuánto quieres por todas? Preguntó al indio. .Un cortado de cuatro reales - respondió Díaz, usando la contraseña convenida. Poco después, el ejército libertador, usaba esta nueva frase de reconocimiento. -Con días y ollas... ¡venceremos!
1 comentario:
Me encantaron los relatos!!!
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