martes, 25 de noviembre de 2014

Historias de inmigrantes. Escribe: Graciela Romano , docente Aceleración, turno tarde

La caja de botones de la abuela Cata.


Había muchas cosas en el  cuarto de la abuela Cata que me gustaba, pero había una que me fascinaba, era una caja de madera, con dibujos en la tapa, que para mí guardaba un tesoro escondido.
Cuando iba a visitarla, después de tomar una chocolatada riquísima- que  me preparaba como nadie-, yo la miraba y ella me entendía.
-Sí, ya sé lo que querés-, me decía con su voz suavecita, ya la voy a buscar.
Y me traía esa caja, que guardaba celosamente en su aparador.¡¡¡Era la caja de los botones!!!
La abríamos y comenzaban a aparecer botones de todos los colores y tamaños, parecían piedras preciosas.
Allí, entre sonrisas, iba sacando de a uno los botones que sabía que más me gustaban.
Estos botoncitos, eran de un vestidito de tu mamá, que yo misma le hice, me decía.
Estos otros, eran de un saco que tu abuelo usaba para las ocasiones especiales, y aparecían unos botones gorrrdos como caramelos, de color marrón oscuro, estos chiquititos, eran de mi vestido de novia.
Casi siempre, me contaba las mismas historias, pero a mí no me parecían repetidas, siempre tenía alguna nueva historia de un botón que yo no había visto la vez anterior....eran tantos!!
A veces, me dejaba revolverlos con mis manos y sacar uno, como si fuera un premio, y de allí salía otra historia nueva. Yo los iba sacando, y armaba casitas, puentes, arbolitos y todo lo que se me ocurriera. Y ella disfrutaba mirándome.
La abuela Cata, había llegado a la Argentina con el abuelo José, en un “vapor” como ella decía, huyendo de la guerra en Europa. Como tantos otros inmigrantes.
Sus únicos tesoros, eran sus vestidos, su caja de costura y sus botones, que  fueron llenando  la caja a través de los años, con todos ellos, que recuperaba de las camisas viejas, los vestidos ya gastados, los abrigos que pasaban de moda. Los guardaba, y volvían a aparecer en una nueva prenda.
El inmigrante guardaba todo lo que podía, ya habían perdido tanto en la guerra que siempre pensaban que podía servir para algo más.
Hoy se diría que mi abuela Cata, “reciclaba botones”, ella en cambio pensaba que cada botón tenía su utilidad.
Y eran tan lindos.........
Pasaron los años y esa caja entró en el cajón de la cómoda de mi mamá
Hasta que un día de abril, en que nos estábamos preparando para un evento muy especial (mi casamiento),  se me ocurrió buscar los botones del vestido de novia de la abuela Cata, y fuimos al cajón de la cómoda.

Y no estaba...buscamos por todos los cajones, en el placard, en el modular, en mi biblioteca, Y no estaba.
Hasta que mi mamá me dijo que era posible que la tía Delia lo hubiera llevado para usar algunos, pero la tía estaba en Entre Ríos y vendría sólo para mi casamiento .Me encerré en mi cuarto y lloré como una nena chiquita. Siempre soñé con llevar esos botones en mi vestido de novia, no era un capricho, era afecto puro y sencillo, era el homenaje a mi abuela inmigrante que me había enseñado tanto.
Hasta que de pronto, se abrió la puerta de mi cuarto y vi a la abuela que entraba con su caja en la mano, diciendo, -Me contó un pajarito que buscabas estos botones.
-Abuelaaaa, le dije entre risas y llanto.
-La vi un domingo en la mesa del comedor y decidí volver a guardarla, como lo hice siempre-dijo la abuela.
Cuando entré a la iglesia, del brazo de papá, le sonreí a la abuela Cata, que estaba sentada en el primer banco, y me imaginé su guiño, al llegar al altar.

Para ella y para mí, esos botones guardaban una hermosa historia de amor.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso, conmovedor. Me gustó muchísimo, gracias por compartirlo.
Andrea (MR)

Bibliotecari@ dijo...

delicioso relato