jueves, 27 de junio de 2013

Hoy, escribo

Esa ventana deja ver el río, aprendí a ver el río.
Es sereno, casi siempre. Envolvente, pródigo, a veces solitario y triste.
¡Según como sea tu cita con él!

Cuantos pensamientos se vierten por infinitos ojos que lo miran, cavilan sobre lo que fue o quizás lo que vendrá. Cuántas voces traduce el río y sus costas y sus árboles que se inclinan reverentes ante él.
Esas voces con ecos, con gritos y sus silencios. Eso, el río es silencio pero a la vez grito.
Me parece que ahí está, para esperar voces. Para escuchar y ser escuchado.

Una vez vi un río, un río manso. Fue manso por mucho tiempo. Natural. Callado por momentos y tempestuoso por otros.
Respetado por las personas ni hablar de otros seres vivos. En ese respeto recibido se brindó por completo: compañía, saciedad de hambre y sed, luces y sombras, calidez, amistad.

A su paso encontró sed… sí, sed de riqueza, de ambición, de intolerancia y egoísmo.

No entendió y se enfermó.

Y se encontró desamparado. Y se encontró con un pueblo.
Comenzó entonces a recuperar la fe en el hombre. En ese que valora lo propio, el equilibrio, la calidad de vida y el bienestar. Su desamparo parecía tener otra cara. La cara del que lucha por lo social, sin susto por el que dirán o las represalias, sin miedo por los que deberían hacer y no hacen pero seguramente critican, con el valor propio de la gente de tierra adentro, conocedores de todo lo importante que nos brinda la naturaleza y que además son humildes de corazón para enseñarles a aquellos que se han endurecido en la búsqueda de lo material que los reconforta, sin medir lo que llega a corto o largo plazo y que afecta a todos. ¡A todos! Sin distinción. A todos los habitantes de ese río. De una orilla y de la otra. De ese río que aprendí a ver por una ventana algunas mañanas de mi vida cuando me encuentro allí . Ese río que me acuna, me escucha y entiende como a uno más de los hermanos de su tierra.

Una vez vi un río, un río manso y un pueblo honrado.

                                  Andrea Banegas.-Bibliotecaria

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