¿Cuántas veces cierra uno los ojos para no ver y cuántas
para ver mejor?
Me lo pregunto
porque creo que pensar la diferencia entre una cosa y otra puede ayudarnos a
elegir cuál vida preferimos.
Nos abre una ventana a nuestro ser interior.
No ver lo que nos
disgusta, nos aflige, nos agobia y a veces hasta nos enfurece, es mucho menos
útil que cerrar los ojos y llenarnos de momentos de bienestar, de situaciones
que intentamos mejorar día tras día, de encontrar o intentar encontrar el
camino correcto para resolver problemas que se nos presenten.
En esta época de
pérdidas y pesares, cerrar los ojos para distinguir, para ver no sólo aquello
que no queremos perder, sino todo lo que aspiramos lograr, es un deber al cual
no podemos negarnos.
Hagamos hoy,
ahora, un ejercicio, imaginemos que estamos tirados bajo el sol y nos damos
permiso para soñar, para intentar cada día ser mejor, con nosotros y con el
otro.
Además, ese
solcito que invade nuestro cuerpo nos hace cerrar los ojos un rato, pensar en
el mundo que nos mantiene vivos, sentir que ese mundo nos devuelve la certeza
de que la felicidad es inevitable, que se construye con trabajo, esfuerzo,
alegrías compartidas, emociones diarias, etc.
Nosotros, los
maestros, al cerrar los ojos y tocar los cuadernos, sentimos como late, bajo
las tapas, la vida entera de sus dueños.
Al abrir los
ojos y mirar los rostros, sabemos lo que pasa. Al disponer los oídos escuchamos
sus palabras y leemos entre líneas.
Al decir adiós y
mucha suerte, en realidad decimos, los esperamos vengan a visitarnos y
contarnos algunos de los momentos únicos
e irrepetibles que hayan transitado en su vida.
PORQUE LA VIDA ES UNICA.
HASTA SIEMPRE.
FELICES VACACIONES
1 comentario:
Hermoso!!! Esta vez, el 10 se lo pongo yo.
Publicar un comentario