Hay objetos que jamás nos pertenecerán del todo. No importa que se trate de
antiguas reliquias familiares,
pasadas de mano en mano a través de las
generaciones. No importa si los recibimos como regalo de cumpleaños o si pagamos
por ellos una buena cantidad de dinero… Estos objetos guardan siempre un revés,
una raíz que se extiende hacia otras realidades, un bolsillo secreto. Son objetos con
rincones que no podemos limpiar ni entender. Objetos que se marchan cuando
dormimos y regresan al amanecer.
Los espejos, por ejemplo. No hay duda alguna de que los espejos pertenecen
a esta categoría. Más aún… Si tuviésemos que hacer una lista de objetos fantasmales,
rebeldes, incontrolables, los espejos ocuparían el primer lugar.
Mucho se escribió sobre ellos. Poemas y cuentos, leyendas y relatos de horror.
Se ha dicho que son puertas hacia países fantásticos. Se ha dicho que son capaces de
responder, con sinceridad, las oscuras preguntas de una madrastra. «Espejito,
espejito, ¿quién es la más hermosa?»
Pero aun así, con tanta letra escrita, siempre habrá nuevas cosas que contar,
porque en los espejos cabe el mundo entero.
Bodoc, Liliana (fragmento)
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