La caja de botones de la abuela Cata.
Había muchas cosas en el cuarto de la abuela Cata que me gustaba, pero
había una que me fascinaba, era una caja de madera, con dibujos en la tapa, que
para mí guardaba un tesoro escondido.
Cuando iba a visitarla, después de
tomar una chocolatada riquísima- que me
preparaba como nadie-, yo la miraba y ella me entendía.
-Sí, ya sé lo que querés-, me decía
con su voz suavecita, ya la voy a buscar.
Y me traía esa caja, que guardaba
celosamente en su aparador.¡¡¡Era la caja de los botones!!!
La abríamos y comenzaban a aparecer
botones de todos los colores y tamaños, parecían piedras preciosas.
Allí, entre sonrisas, iba sacando
de a uno los botones que sabía que más me gustaban.
Estos botoncitos, eran de un
vestidito de tu mamá, que yo misma le hice, me decía.
Estos otros, eran de un saco que tu
abuelo usaba para las ocasiones especiales, y aparecían unos botones gorrrdos
como caramelos, de color marrón oscuro, estos chiquititos, eran de mi vestido
de novia.
Casi siempre, me contaba las mismas
historias, pero a mí no me parecían repetidas, siempre tenía alguna nueva
historia de un botón que yo no había visto la vez anterior....eran tantos!!
A veces, me dejaba revolverlos con
mis manos y sacar uno, como si fuera un premio, y de allí salía otra historia nueva.
Yo los iba sacando, y armaba casitas, puentes, arbolitos y todo lo que se me ocurriera.
Y ella disfrutaba mirándome.
La abuela Cata, había llegado a la
Argentina con el abuelo José, en un “vapor” como ella decía, huyendo de la
guerra en Europa. Como tantos otros inmigrantes.
Sus únicos tesoros, eran sus
vestidos, su caja de costura y sus botones, que
fueron llenando la caja a través
de los años, con todos ellos, que recuperaba de las camisas viejas, los vestidos
ya gastados, los abrigos que pasaban de moda. Los guardaba, y volvían a
aparecer en una nueva prenda.
El inmigrante guardaba todo lo que
podía, ya habían perdido tanto en la guerra que siempre pensaban que podía
servir para algo más.
Hoy se diría que mi abuela Cata,
“reciclaba botones”, ella en cambio pensaba que cada botón tenía su utilidad.
Y eran tan lindos.........
Pasaron los años y esa caja entró
en el cajón de la cómoda de mi mamá
Hasta que un día de abril, en que
nos estábamos preparando para un evento muy especial (mi casamiento), se me ocurrió buscar los botones del vestido
de novia de la abuela Cata, y fuimos al cajón de la cómoda.
Y no estaba...buscamos por todos
los cajones, en el placard, en el modular, en mi biblioteca, Y no estaba.
Hasta que mi mamá me dijo que era
posible que la tía Delia lo hubiera llevado para usar algunos, pero la tía
estaba en Entre Ríos y vendría sólo para mi casamiento .Me encerré en mi cuarto
y lloré como una nena chiquita. Siempre soñé con llevar esos botones en mi
vestido de novia, no era un capricho, era afecto puro y sencillo, era el
homenaje a mi abuela inmigrante que me había enseñado tanto.
Hasta que de pronto, se abrió la
puerta de mi cuarto y vi a la abuela que entraba con su caja en la mano,
diciendo, -Me contó un pajarito que buscabas estos botones.
-Abuelaaaa, le dije entre risas y
llanto.
-La vi un domingo en la mesa del
comedor y decidí volver a guardarla, como lo hice siempre-dijo la abuela.
Cuando entré a la iglesia, del
brazo de papá, le sonreí a la abuela Cata, que estaba sentada en el primer
banco, y me imaginé su guiño, al llegar al altar.
Para ella y para mí, esos botones guardaban una
hermosa historia de amor.
2 comentarios:
Hermoso, conmovedor. Me gustó muchísimo, gracias por compartirlo.
Andrea (MR)
delicioso relato
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