jueves, 5 de diciembre de 2013

Para disfrutar en estos días tan intensos de actividades; un descanso...un café...y una buena lectura...qué más se puede pedir??? .



UN DIA CUALQUIERA

  Todos los días, de lunes a viernes, caminaba dos cuadras desde la salida de la escuela hasta  la esquina de las calles Benito Quinquela Martín y Carlos F. Melo, ahí, exactamente en ese lugar, esperaba el colectivo 29 o en su defecto el 64 que la transportaba a su otra escuela.
   
  El colectivo, salía de ahí cerca y venía prácticamente sin gente, subía cargando en el hombro derecho la cartera y con la mano izquierda el pesado maletín.  Cada vez que, haciendo equilibrio, ponía las monedas en la máquina se hacía el firme propósito de no cargar tanto la valija, pero luego lo olvidaba, cargaba carpetas, libros de lectura, revistas, juegos…Se sentaba en uno de los asientos del fondo, sacaba un libro de la cartera y comenzaba a leer ajena de todo lo que pasaba a su alrededor.

   Podía estar inmersa en la lectura, pero cuando el colectivo tomaba la calle Pedro de Mendoza levantaba la mirada y observaba el Riachuelo, no sabía muy bien porque al fin y al cabo pasaba todos los días por ahí pero aún así  necesitaba mirarlo.  Si el día estaba nublado le producía una intensa melancolía y se acordaba de gente que ya no existía, su abuelo estibador, su tío abuelo que en una época había llegado a manejar el transbordador, sus tías que habían pasado la infancia en el barrio de la Boca, a veces intentaba pensar en otras cosas, pero la melancolía estaba ahí acechando.  Si soplaba viento sudeste y el río estaba alto, con un color amorrando, diferente al color oscuro de otros días, se alegraba.  Desde chica el Riachuelo le gustaba…y sufría AL verlo tan sucio, tan abandonado, ver los barcos herrumbados le espantaba, le daba la sensación de mirar un cadáver abandonado.


  Si bien vive lejos, La Boca es su barrio por adopción, le encanta caminar sus calles, detenerse en los detalles de las casas antiguas y a veces sufre cuando ve los turistas, le parecen irrespetuosos con la historia del barrio.  Se pregunta si realmente conocen la historia del barrio, si saben que allí vivió el primer diputado socialista del país, que era un lugar de saladeros, curtiembres…que  ahí llegaron los primeros inmigrantes con sus esperanzas a cuestas…La Boca, barrio de contrastes, de conventillos, tan nostálgico y a veces tan alegre.


  Un día su mirada cruzó el río y se fijo en un grupo de tres edificios iguales, de ladrillos amarronados, sin balcones, con ventanas pequeñas…algo en ese conjunto arquitectónico le llamó la atención, sin saber muy bien porque recordó un libro que había leído en su adolescencia La naranja  mecánica de Anthony Burgess, e imaginó  que el protagonista Alex, seguramente viviría en unos edificios similares a esos y recordaba escenas del libro, pero un mediodía algo cambió…miró hacia la construcción como siempre pero en vez de aparecer la imagen de Alex, apareció la imagen de  una joven mujer, una mujer en una cocina. Una cocina pequeña, con azulejos amarillos y cortinas de color naranja. Es una cocina cálida, acogedora, con una mesa grande y una mesada pequeña.  La joven cocina mirando alternadamente al río y a su bebé que está sentado en una sillita alta, jugando con unos  cubos, como todos los días mientras realiza sus tareas escucha la radio y espera que llegue su esposo a almorzar.  


    A partir de ese mediodía cuando el colectivo toma  la curva de la calle Pedro de Mendoza y ella mira los edificios se imagina a esta joven mujer, es casi un juego para ella, cuando tuvo la primera imagen de ella, no tenía claro el sexo del bebe, ahora piensa que es una niña de casi un año, regordeta, de pelo oscuro y enrulado, su mamá la peina con dos colitas.  A la nena le gusta escuchar la radio, la joven siempre la tiene encendida porque mientras prepara la comida no puede mirar la televisión. Imagina la comida que hará este personaje inventado, en invierno se decanta por sopas y guisos, en verano ensaladas y milanesas.  Cree que está contenta con su hijita sentada en la silla y esperando a su esposo.  A medida que van pasando los días comienza a agregarle detalles a la historia, el esposo es mecánico y va al mediodía a almorzar, a ella le gusta pasar ese tiempo con él, conversan, juegan con la beba. En su imaginación todo es armonía.  


  Cuando el colectivo dobla y los edificios ya no se ven, ella vuelve a la lectura. No se anima a confesarle a nadie este extraño juego, sus compañeras de escuela son psicólogas, psicopedagogas como lo es ella, y sabe positivamente que intentarán analizar lo que imagina y encontrarle motivaciones ocultas…

  Brisa todos los mediodías se siente observada, y no por su mamá, sus ojos oscuros, enormes recorren toda la cocina buscando a alguien, a algo, pero no sólo está su mamá.  Sabe que al poco tiempo que ella comienza a cocinar llegará su papá, la alzará en brazos, le dará muchos besos y le traerá algo divertido para jugar, un rulemán al que hará rodar por el piso, una bujía pintada de colores alegres, un cilindro extraño para poner cosas…Siempre está vestido todo de azul y su ropa tiene un olor extraño que a ella le encanta.  Lo primero que hace cuando llega después de saludarla es lavarse las manos con fruición , luego se sienta a comer. Brisa se siente protegida en su pequeño mundo, pero le sigue preocupando sentir que alguien la mira los mediodías.


   Mariana mientras cocina y esperando a su esposo mira por la ventana y ve a lo lejos los colectivos, piensa como sería su vida si trabajara, si no se hubiera casado y quedado embarazada de Brisa tan pronto, quizás hubiera estudiado enfermería, siempre le gustó cuidar a le gente…pero su mirada se cruza con los ojos de su hija y se da cuenta que en realidad todo lo que ella quiere está ahí, en esa mirada tierna, en esos brazos que se extienden para abrazarla, no  cambiaría su vida por nada.  En ocasiones, generalmente al mediodía siente que  un viento cálido la toca, mira por sobre el hombro buscando una ventana o una puerta abierta, pero no ve nada…Es una sensación rara, que sólo le ocurre todos los mediodías de lunes a viernes.


      Andrea Abeledo, 
Maestra Recuperadora.- :)


10 comentarios:

Luisa, la Dire dijo...

Entre lo cotidiano y lo fantástico hay un trayecto que no se termina nunca de recorrer, como en la paradoja de Zenón y la tortuga.

Conmovedor, Seño Andrea Recu. Gracias por regalarnos su talento para poblar mi mañana de imágenes, interrogantes, ternura.

Bibliotecari@ dijo...

Andre, amiga lectora...recuerdo cuando armamos nuestro club de fans ( de 2 personas, ajajjaj), de la obra de Bonelli.

Comprábamos un título cada una. Cuantas líneas leídas a la par!!!!

Hoy, encuentro en tus escritos la sensibilidad y percepción del entorno que te rodea a flor de piel... Así te veo, una persona delicada y dedicada, culta y súper inteligenteee...

Adoré esta y otras historias que he leído ( por supuesto las picantes tb).

Creo que esto es el inicio... A escribir!!!!

andrea dijo...

Cuánta ternura! hermoso relato, tan dulce como sos vos, gracias!

Lucrecia Traverso dijo...

Hermoso! me atrapó hasta el final, quiero mas!!!! Felicitaciones a la escritora!!!!

Anónimo dijo...

Gracias, gracias...es la primera vez que comparto algo que escribo y me cuesta mucho...otra vez gracias por sus comentarios tan reconfortantes.
Andrea (MR)

Beatriz dijo...

Es una dulce joyita!!Felicitaciones y gracias por compartir!

Beatriz dijo...

Me encantò...!!Un cariño y mis felicitaciones para Andrea!

veronicaserdiuk dijo...

Qué linda historia!!!! ajajajajaja yo no intrerpreto nada jajajaja ME EN-CAN-TO saber que las personas aún imaginan y saber que vos escribís tan lindo!!!!

Alvaro Ithurbide dijo...

Muy lindo cuento. Hermosa fantasía urbana...

Silvia Vergili dijo...

Es que viajar por La Boca, es viajar por muchos mundos, lo único que se necesita es la sensibilidad para mirarlos y describirlos como aquí lo haca esta escritora y trabajadora de la Educación en el barrio. Genia Andre!!

Silvita Vergili