Igual que con El Quijote y otras obras cumbres, nadie vio cuando se publicó Moby Dick
una obra transcendente y universal. Esa personificación del mal en la
ballena, que posteriores exégetas descubrirían, quizás no lo sea tanto,
sino más bien la naturaleza devoradora en su acción
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más terrible. El propio Jorge Luis Borges
señalaría al respecto: «El símbolo de la ballena es menos apto para
sugerir que el cosmos es malvado que para sugerir su vastedad, su
inhumanidad, su bestial y enigmática estupidez (...) el universo de Moby Dick es un cosmos (un caos) no sólo perceptiblemente maligno, como el que intuyeron los gnósticos, sino también irracional».
Curiosamente, Moby Dick sería considerado por algunos editores no solo una novela de aventuras sino una obra dedicada a un público adolescente...
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