miércoles, 15 de diciembre de 2010


 
¿Cuántas veces cierra uno los ojos para no ver y cuántas para ver mejor?

Me lo pregunto porque creo que pensar la diferencia entre una cosa y otra puede ayudarnos a elegir cuál vida preferimos. 

Nos abre una ventana a nuestro ser interior.

No ver lo que nos disgusta, nos aflige, nos agobia y a veces hasta nos enfurece, es mucho menos útil que cerrar los ojos y llenarnos de momentos de bienestar, de situaciones que intentamos mejorar día tras día, de encontrar o intentar encontrar el camino correcto para resolver problemas que se nos presenten.

En esta época de pérdidas y pesares, cerrar los ojos para distinguir, para ver no sólo aquello que no queremos perder, sino todo lo que aspiramos lograr, es un deber al cual no podemos negarnos.

Hagamos hoy, ahora, un ejercicio, imaginemos que estamos tirados bajo el sol y nos damos permiso para soñar, para intentar cada día ser mejor, con nosotros y con el otro.

Además, ese solcito que invade nuestro cuerpo nos hace cerrar los ojos un rato, pensar en el mundo que nos mantiene vivos, sentir que ese mundo nos devuelve la certeza de que la felicidad es inevitable, que se construye con trabajo, esfuerzo, alegrías compartidas, emociones diarias, etc.

Nosotros, los maestros, al cerrar los ojos y tocar los cuadernos, sentimos como late, bajo las tapas, la vida entera de sus dueños. 

Al abrir los ojos y mirar los rostros, sabemos lo que pasa. Al disponer los oídos escuchamos sus palabras y leemos entre líneas.

Al decir adiós y mucha suerte, en realidad decimos, los esperamos vengan a visitarnos y contarnos algunos de los momentos únicos  e irrepetibles que hayan transitado en su vida.

PORQUE LA VIDA ES UNICA.

HASTA SIEMPRE. FELICES VACACIONES

1 comentario:

Seño Rosana, 7* TM dijo...

Hermoso!!! Esta vez, el 10 se lo pongo yo.